¿El mayor testaferro de las Farc?
La revista
Semana recordó la historia de Darío Polanía, de 78 años de edad, y su esposa
Luz Cecilia Espinoza, que son considerados por las autoridades como los mayores
testaferros de las Farc. Ellos llevan una década intentando demostrar que esas
acusaciones no son ciertas.
Darío Polanía tiene 78
años de edad. Camina con gran dificultad y unas protuberancias en sus manos
hacen que casi no las pueda mover debido a una artrosis degenerativa. Desde
hace varios años debe conectarse a una máquina de diálisis durante seis horas
al día para sobrevivir a la diabetes crónica que también lo aqueja. Lo
cuida su esposa, Luz Cecilia Espinoza, diez años menor que él, y con los
achaques típicos de alguien que roza los 70. Estos dos ancianos, que viven en
una casa en un barrio de clase media en Neiva, Huila, son Artrosis Sintomas, para las autoridades
los mayores testaferros que han tenido las Farc. Una historia sorprendente que
encierra un drama que comenzó hace una década.
De acuerdo con la
revista Semana, el 16 de octubre de 2003 Polanía conducía su camión por la
calle 13 al suroccidente de Bogotá cuando fue detenido. Le informaron que
quedaba arrestado por ser testaferro de las Farc. Su esposa fue arrestada ese
mismo día. Él terminó preso en Cómbita por ser considerado un peligro y su mujer
en el Buen Pastor. Tras las rejas, se enteró por medio de una concurrida rueda
de prensa hecha por la Fiscalía que estaban señalados de ser los más grandes
depositarios de bienes de la guerrilla. Polanía y su familia no entendían qué
estaba pasando. A los tres meses de estar detenida, la esposa quedó en libertad
pues nunca se presentó un cargo en su contra. Pero Polanía seguía detenido. Los
siguientes tres años pasó por diferentes estrados judiciales contando su
historia con la esperanza de quedar libre.
Polanía llegó a San
Vicente del Caguán en 1974 como muchos a buscar suerte en una tierra inhóspita.
Durante seis años trabajó como conductor llevando productos a Huila. En 1980
comenzó a trabajar explotando madera y con un crédito compró por 400.000 pesos,
en 1984, Artrosis sintomas una finca de 405 hectáreas de tierra baldía a otro colono, que bautizó
La Herradura.
Cuando comenzó la zona
de distensión, en 1998, Polanía y su mujer abrieron una pequeña fonda que
ofrecía alojamiento en la vereda La Sombra, cerca de San Vicente, un sitio que
fue muy conocido por políticos, periodistas y todos quienes iban al Caguán,
pues quedaba en la vía obligada para ir hasta donde estaban algunos de los
campamentos de las Farc. Con dos créditos por 200 millones de pesos Polanía
había comprado dos viejas tractomulas para continuar con el negocio del
transporte de madera.
“Todos teníamos que ir
a donde la guerrilla. A la gente se le olvida que ellos mandaban en esa época
en el Caguán. Mi desgracia ocurrió cuando un día apareció mi foto en un medio
cuando Jojoy bajó al pueblo y se acercó a mi carro. Ahí quedé marcado. Yo
estaba hablando con él porque la guerrilla se había llevado a la fuerza a mi
hijo de 14 años y después de un año de tenerlo Jojoy aceptó soltarlo a cambio
de que le pagara 10 millones de pesos”, recuerda Polanía, quien repitió esta
historia a las autoridades y entregó documentos que demostraban el origen de
sus bienes que habían sido incautados por el Estado.
En 2006 los jueces, la
Procuraduría y el Tribunal lo absolvieron y ordenaron su libertad, así como que
le fueran regresados sus bienes. El tiempo tras las rejas agravó las
enfermedades del anciano, que decidió demandar a la Fiscalía y al Estado.
“Reclamar mis derechos fue otro error. Por cuenta de eso comenzó otra vez la
pesadilla”, dice Polanía.
A mediados del año
pasado el Ejército y la Fiscalía anunciaron que había realizado una gigantesca
ocupación de bienes a las Farc. Nuevamente salió el nombre de Polanía y su
esposa como los dueños de 56.000 hectáreas de tierra. “La fiscal que me metió a
la cárcel la primera vez y a quien yo demandé ahora estaba en otra unidad. Un
desmovilizado me llamó y me pidió 50 millones a cambio de no decir falsamente
que yo era testaferro. Yo no accedí a la extorsión. Con base en eso, esa fiscal
que ahora está en Justicia y Paz armó este nuevo proceso”, dice Polanía.
El caso lleva años en
etapa preliminar, pues la Justicia no ha podido probar que Polanía y su esposa
sean los dueños de las miles de hectáreas que les adjudican. Aunque existe una
orden de un juez desde hace años para que le devuelvan sus tractomulas y su
finca, tampoco ha sido posible que alguien dé razón o cumpla el mandato
judicial. Postrado en una cama, Darío Polanía dice estar cansado y sigue sin
comprender por qué, si escasamente tiene para sobrevivir, la Justicia lo dejó
marcado para siempre como el mayor testaferro en la historia de las Farc.
El caso lleva años en etapa preliminar, pues la Justicia no ha podido
probar que Polanía y su esposa sean los dueños de las miles de hectáreas que
les adjudican.
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